Experiencias

Revista Mente Sana, nº114, Dossier: guía para escoger escuela. La educación en casa.
SABRINA Madre y portavoz de la Asociación para la Libre Enseñanza (ALE). 

EDUCAR EN CASA

La Asociación para la Libre Enseñanza agrupa a madres y padres que consideran la educación en el hogar como una opción responsable y adecuada. ALE reivindica la legalización de esta opción educativa basándose para ello en la libertad de enseñanza reconocida por el artículo 27 de la Constitución.

¿Por qué una familia decide no escolarizar a sus hijos?
Hay niños que sufren acoso en el colegio o tienen diagnosticados problemas de “hiperactividad” o dislexia. También hay familias que proceden de otros países en los que esta opción es legal. Otras han empezado con un tipo de crianza diferente, en que el acompañamiento emocional y poder adaptarse a las necesidades de los niños se considera fundamental y se encuentran con que el sistema escolar actual no lo tiene en cuenta…

Cuéntanos qué beneficios ves en que tus hijas no asistan a la escuela…
Para mí es una cuestión de respeto, de lo que necesitan los niños. A veces la gente te dice que es importante que se adapten a lo que será su vida futura: obligaciones, responsabilidades, “aguantarse”… Pienso que preparándose para la vida futura no viven la que les toca, que es una vida de juego.

¿No sufren un deficit de socialización?
Los niños que no van al colegio se socializan exactamente como los demás. Son sociables por naturaleza. Necesitan es moverse, así que te mueves con ellos, hablan con todo el mundo, en el parque juegan con otros niños, tienen primos, amigos… También realizamos actividades con otras familias.

¿Las familias están organizadas ?
Depende. Hay zonas –como Madrid, Valencia, Cataluña o Galicia– en las que la gente está más conectada y hay más sensibilidad por este modelo educativo desde hace más tiempo. En algunas ciudades hay encuentros mensuales consolidados, a parte de actividades entre semana. Imagino que en pueblos aislados será más difícil.

¿En qué situación legal estáis las familias que decidís no escolarizar?
Entendidos en el tema dicen que estamos en una situación de inseguridad jurídica; no tenemos una normativa específica al respecto y a algunas familias se las ha llegado a acusar de abandono. Ningún juez ha considerado que se esté cometiendo delito, pero no deja de ser un trago desagradable que ninguna familia debería pasar. Además, algunas luego reciben una orden de escolarización por vía civil. Y eso se hace sin valorar motivos, resultados…

¿Estas familias no tienen miedo que sus hijos no tengan curiosidad por aprender cosas básicas?
Yo te puedo hablar de mis hijas, y te aseguro que tienen interés por todo lo que les rodea, preguntan por operaciones matemáticas (y juegan con ellas), letras y palabras, por fenómenos naturales, por lugares y costumbres lejanas…

¿Qué ocurre en otros países?
El homeschooling está contemplado en la mayoría de países europeos. En nuestro entorno, solo está prohibido en Alemania, pero como contrapartida es muy fácil crear un centro pequeño con un currículum flexible o adaptado.

¿Cuáles son vuestras reivindicaciones?
Pedimos el reconocimiento de nuestra opción amparándonos en el derecho a la libertad educativa garantizado por la constitución. Hace años que intentamos que los distintos gobiernos den respuesta a este problema. Y, particularmente, pienso que lo más importante es que se entienda que otro tipo de educación es posible, o incluso más válida.

Fórum Aragón, núm. 22, noviembre de 2017 40

ENTREVISTA

Una familia que ha optado por el homeschooling: “Hemos intentado conciliar con nuestro hijo lo que ha ido demandando con lo que correspondía a su edad y con lo que nosotros podíamos proporcionarle”

Contacté con ellos a través de una profesora que ha participado también en este monográfico. Desde el principio accedieron a la entrevista, pero con la condición de mantenerse en el anonimato. Como explican durante la conversación que mantuvimos, en España la escolarización de 6 a 16 años es obligatoria. Su experiencia ha sido difícil, se han sentido incomprendidos, pero les reconforta comprobar el bienestar de sus hijos.

Viven en la ciudad de Zaragoza, son pareja y tienen dos hijos. Los dos son funcionarios de la administración. Son miembros de la Asociación para la Libertad Educativa (ALE) y participan en la asociación aragonesa de pedagogía Waldorf O Farol. Sus dos hijos comenzaron su proceso de escolarización en un centro público hasta que decidieron abandonarlo y seguir su formación en casa.

¿Para los que no conocen bien esta práctica educativa, podéis explicarnos qué es el homeschooling, en qué consiste?
Él: Es verdad que hay mucha gente que desconoce esta opción. En nuestro caso, entre padres y profesores, cayó como una bomba. No sabían qué era esto ni de dónde venía. Nosotros mismos tampoco lo conocíamos antes de lanzarnos y es que en España no está regulado. Las leyes educativas, que han ido cambiando casi con cada legislatura, han mantenido como factor común la escolarización obligatoria a partir de los 6 años, presencial y en un centro homologado por el Ministerio de Educación. Partiendo de que la ley no da alternativa es complicado que la gente llegue a conocer una opción que realmente es minoritaria, no sólo por el propio marco legal, que también, sino además por la organización de vida que tenemos.

En la sociedad que vivimos se estimula de todas formas posibles el consumo, además la independencia económica de la pareja lleva a que trabajen los dos y eso hace muy difícil que se pueda compaginar con una educación o con una crianza más tradicional en el que prescindamos de un servicio público como es el de la educación.

Quería hacer hincapié en una cosa. A veces hemos percibido desde el colectivo de profesores y también desde algunos padres que nos miraban como si acabáramos la educación, el servicio público educativo. Nosotros somos partidarios de los servicios públicos, sobre todo en áreas como la educación o la sanidad, gratuito y universal. Pero en el caso de la educación estamos hablando probablemente del único servicio público que se impone y en el que además hay prácticamente un modelo único, en cuanto a lo que está homologado. Nos encontramos con una estructura muy determinada que en muchos casos puede servir para las familias, pero en otros casos, como está demostrado, no. Se sigue imponiendo y es con esto con lo que no estamos de acuerdo, con su imposición. Creemos que debe existir esta opción, pero también otras.

De hecho, en los países de nuestro entorno con una cultura similar a la española está reconocida prácticamente en todos. Está regulada y permitida la educación fuera de los centros homologados.

Ella: Yo quería añadir que, aunque no se conoce, si lo necesitas es fácil obtener información. Si tú tienes un hijo o una hija que no se encuentra bien y que se identifica que su malestar proviene de algo relacionado con la escuela, sí que descubres otras opciones. Lo que pasa es que aquí no hay mucha información, porque no está regulado y es muy minoritario. A los encuentros que se hacen dos veces al año, que organiza la Asociación para la Libertad Educativa (ALE) cada vez llegan más familias y más profesionales relacionados con la educación.

¿Qué os llevó a tomar la decisión con vuestros hijos de dejar la escuela?
Él: Nosotros cuando escolarizamos a nuestros hijos en infantil, yo concretamente lo único que tenía claro era que quería un colegio público y laico. Vimos varios colegios y a final optamos por el que estaba más cerca de casa y que entendimos que podía ser mejor. Era lo único que yo conocía en aquel momento. A esto llegamos más por necesidad que por convicción. En un primer momento era una necesidad de nuestro hijo y la convicción vino después a través de nuestra experiencia. Él se encontraba mal, estaba presentando síntomas de estrés y de ansiedad. Acudimos a un psicólogo que identificó muy rápidamente que la causa era el colegio. Era un chico con una personalidad y una forma de trabajar que no encajaba en lo que la escuela le mandaba. Estaba en la media de notas, siguiendo el ritmo del resto de los chicos, pero a costa de una presión y de un conflicto personal, interno, en casa que lo estaba viviendo muy mal. Llegó un momento que tenía síntomas físicos y al final tuvimos que buscar una solución. El propio profesional nos planteó otro tipo de escuelas, pero en Zaragoza no había otras opciones, sobre todo para secundaria porque él estaba a punto de acabar la primaria. En aquel momento nuestra prioridad era curar a nuestro hijo, brindarle un entorno que no le causara daño. Después de un mes o mes y medio en casa, los síntomas habían desaparecido.

Esa identificación de lo que le estaba haciendo daño para mi tuvo un gran impacto. Primero nos dio mucha confianza pensar que estábamos en el camino adecuado. Y segundo nos hizo ver que habíamos estado descuidando lo más importante, probablemente lo más importante en un proceso de crecimiento, de aprendizaje y de desarrollo personal que es a la propia persona.

Habíamos estado centrados en un currículo, que no se sabe de dónde viene, quién lo establece y porqué se impone obligatoriamente a todos los niños de España para que lo aprendan al mismo ritmo, de la misma forma y en el mismo espacio. Cuando nos estamos encontrando que los niños son muy diferentes. No por tener la misma edad tienen las mismas circunstancias, los mismos intereses. Nos dimos cuenta de la importancia que tiene la salud personal, el bienestar para él mismo y para su futuro, para su desarrollo e incluso en el ámbito profesional. Y qué duro se nos hacía imponer un currículo que a él no le interesaba. Después acudiendo a talleres sobre pedagogía y a distintas fuentes, vimos que muchas de ellas hacían hincapié en eso, en la importancia de la persona, en anteponer la persona al currículo, en personalizar el itinerario. Nos dimos cuenta que eso nos estaba encajando, que eso era lo que nos servía.

Ella: El niño tuvo un papel muy importante en la decisión, desde muy pequeño, porque él tenía un conflicto diario. Se reveló desde primero de primaria. Por ejemplo, no hizo ningún dictado en clase. Y todos los días su profesora, a la que seguimos viendo con cierta frecuencia, nos enviaba el cuaderno de otro niño para que hiciéramos el dictado en casa.

Nosotros no trasmitíamos ningún mensaje negativo respecto a la escuela, al revés colaborábamos con los profesores. Pero sí que es verdad que te provocaba malestar porque el niño no estaba bien, tenía seis años, y tenía todo el derecho y toda la necesidad e incluso la obligación de estar al aire libre, de estar jugando y no peleando con su madre porque tenía que hacer un dictado. A día de hoy le encanta escribir cuando se trata de un tema elegido por él. Ha pasado horas leyendo, horas escribiendo, sin faltas de ortografía, lo disfruta…

Pero en aquel momento probablemente se anteponían los plazos del Ministerio respecto a la madurez de la persona, por encima de sus intereses, de sus circunstancias. Él nos lo estaba diciendo cómo podía. Así, un año tras otro. Nosotros intentábamos colaborar, no solo académicamente, además participando en las actividades del centro, haciendo disfraces en carnaval, en el teatro… pero aquello no funcionaba. Hablamos mucho con los profesores, tanto en privado como en reuniones de clase para que hubiera otra carga de deberes, otras actividades… pero llega un momento que te das cuenta que eres la minoría y que si alguien tiene que cambiar o marcharse eres tú.

La mayoría está conforme, aunque solo aparentemente, porque también es cierto que, en esas reuniones de clase, de entre los veinticinco padres era yo la única que hablaba, pero a diario había muchos padres que tampoco estaban de acuerdo con lo que se estaba haciendo.

Yo veo que a día de hoy se están transformando las cosas, que hay mucho interés por parte de profesionales, de padres, muchos colectivos queriendo cambiar, pero en aquel momento el esfuerzo era arduo. En nuestra familia lo estábamos viviendo muy mal. Yo no quería que mi hijo perdiese el interés por aprender, se disfruta muchísimo, pero estaba produciendo un efecto rebote y nosotros estábamos contribuyendo. Él nos lo decía como podía, a su manera.

Él: Recordamos muchas de las frases que nos decía en aquella época. A veces dudábamos si podía habernos escuchado decir algo parecido, pero llegamos a la conclusión de que eran frases suyas. Era un chico que reflexionaba mucho, a veces lo hacía en clase que no era el momento más adecuado. Era un chico y lo sigue siendo con unas reflexiones extraordinarias. Con seis, ocho años nos decía cosas como: “Voy a hacer un cartel que diga: vendo plaza de colegio” o “Me voy a comprar un billete para viajar al Polo Norte”.

Ella: O “La educación es un derecho, vaya derecho que no me deja disfrutar de mis demás derechos”. Porque él no tenía tiempo libre verdaderamente…

Él: Esa frase es ya con nueve, diez años, nos decía “Me estáis tratando como un esclavo y yo quiero ser libre”. Además, nos generaba una cantidad enorme de conflictos; llegó un momento en que me resultaba violento imponerle… Era una carrera en la que nosotros ni habíamos decido el ritmo, ni el itinerario ni el destino final.

Ella: Además la carrera empieza muy pronto. En la guardería tenía dos años y en las reuniones lo que se transmitía era: rápido, rápido el pañal que luego pasan a infantil y tienen que tener mucha autonomía. Llegábamos a infantil y rápido, rápido que tenemos que empezar con las letras que pasan a primaria y tienen que llegar leyendo. Al poco tiempo de primaria, rápido, rápido que luego pasarán a secundaria…

¿Y cuándo vives el momento presente? Yo tengo la sensación de haberme perdido mucho de la infancia de mi hijo. Hay aspectos positivos claro, pero luego hay cosas como exámenes, deberes, no poder elegir, no poder disponer de todo el tiempo libre, el no respetar los ritmos, el café para todos…

Imagino que una vez que tomasteis la decisión de que no volviera a la escuela su vida cambiaría ¿Cómo se desarrolla habitualmente la jornada de vuestros hijos? ¿cómo es el día a día?
Ella: Al principio con mucho vértigo, los primeros días convencidos, pero no dejas de lanzarte a algo nuevo. A partir de ahí como decidíamos todo en familia, él prefirió y a nosotros nos pareció fenomenal, continuar con lo mismo que estaban haciendo sus compañeros. Primero quiso que vinieran sus amigos de clase a casa para contarles lo que íbamos a hacer y luego empezamos a trabajar. Él quería hacer fuera del colegio lo más parecido a lo que se hacía en el colegio, incluso los mismos libros de texto, hacíamos también un horario. La gran ventaja que da el tú a tú es que el tiempo cunde mucho más.

En abril había libros que ya habíamos acabado. Era una especie de escuela en casa. Luego por la tarde él tenía la oportunidad de dedicarse más al tema físico en el que tenía más dificultad y que le estaba suponiendo un problema que había que corregir. Podía dedicarse a hacer más deporte, podía tener más vida social que antes. Nos hicimos socios de O Farol que es la escuela de pedagogía Waldorf que organizan excursiones, jornadas…

Nosotros hemos hecho talleres. También nos asociamos a ALE. Así, de la misma manera que convivía con sus antiguos compañeros de clase, queríamos que conociese a otros chicos que tenían la misma realidad que él. Esto ha sido muy importante a nivel de convivencia, de apoyo mutuo, de asesoramiento, para no sentirse diferente. Después hemos conocido más opciones relacionadas con el aprendizaje autónomo. Él, como era dueño de su currículo, ha tenido épocas en que, si le apasionaba la historia, no había límites. Si le interesaba investigar sobre la II Guerra Mundial pues lo que hacíamos era proporcionarle los medios. Te conviertes en facilitador de recursos. Y al mismo tiempo otras cosas que va pidiendo, que quería ir a un grupo de conversación de inglés, por las tardes a una academia; que quería aprender alemán, pues a otra academia; tenis, pues a un centro deportivo.

Hemos intentado conciliar lo que ha ido demandando de lo que correspondía con su edad y de lo que nosotros podíamos proporcionarle. No ha sido siempre lo mismo, ha evolucionado y cambiado constantemente.

No podemos decir que somos schoolers, unschoolers, o homeschoolers, no, en cada momento hacemos algo diferente porque ahora quiere acceder a un grado medio y estamos preparando la prueba de acceso. Él va a volver a ser alumno en un centro educativo.

¿Y no os habéis encontrado con dificultades, al no ser especialistas en todas las materias, a la hora de explicarle algunos conceptos o ideas más complejas?
Ella: Ahora mismo, los contenidos que prepara para acceder al grado medio son asequibles. Cuando ha surgido algo para lo que nosotros no estábamos capacitados porque no somos profesores ni hemos pretendido serlo nunca, hemos acudido a terceros, hemos contado con profesionales para lo que ha hecho falta. En cuanto a la información, hoy en día es muy accesible, el momento es ventajoso. Él, que tenía en algún momento más tendencia a la dispersión, cuando se le daban unas determinadas condiciones rendía muchísimo más. No somos seguidores de la pedagogía Waldorf, hemos bebido de diferentes fuentes, pero hay planteamientos de la pedagogía Waldorf que con nuestro hijo mayor han funcionado muy bien.No ver todos los días todas las materias, verlas de forma que estén relacionas entre sí, aprovechar las primeras horas de la mañana para las actividades que requieren más esfuerzo intelectual. Por las tardes, que estaba más distraído, actividades más lúdicas.

Él: Cuando nos preguntan cómo hemos ejercido de profesores, siempre digo que ejercíamos más de profesores antes cuando estaban en la escuela que después. Nos veíamos forzados porque nos venían tareas encargadas por la propia escuela. Hacíamos de profesores porque teníamos que imponer unos conocimientos predeterminados. Éramos conscientes de que iba a haber cosas que nos íbamos a dejar por el camino, en cuanto a conocimientos, aunque entiendo que también en el colegio se quedan. Se memoriza para un examen y al tiempo lo han olvidado. Que se les quedan cosas, efectivamente, pero no todo. Por este otro camino, podemos flexibilizar el momento del día o la hora, la semana o incluso el mes, cada vez más. Es un papel muy agradecido porque eres más un asistente. Él aprende además otras cosas: que se le respeta, que se tienen en cuenta sus decisiones, que se le valora. ¿No ha habido momentos de duda? ¿En algún momento no ha habido una crisis en que vuestro hijo se haya arrepentido? Él: Lo tenía tan claro, era tan rotundo que no se ha dado esa situación. Genera algunas dudas, en nosotros también, sobre todo porque se sentía diferente. Por ejemplo, no quería salir de casa a las 12 de la mañana porque no hay niños por la calle.

Tenía tan claro y tan presente lo que había vivido que en ningún momento dudó. Alguna vez se ha preguntado ¿y si volviera? Pero claro la gran diferencia hoy, que quiere volver, es que puede elegir lo que quiere estudiar. Quiere ir a la universidad y necesita titulaciones, por eso se lo plantea ahora. A veces sí que ha sentido pequeñas envidias de sus amigos que iban al instituto y que eran una piña. Se sentía más alejado, pero como ha mantenido la relación con ellos fuera del centro, por las tardes y los fines de semana, tampoco ha supuesto un gran problema. Además, ha mantenido relaciones con otros chavales en las actividades que hace por la tarde de idiomas o de deportes.

Ella: Durante una época, al pequeño, le dimos a elegir y él quiso continuar en el colegio. El mayor salió empezando sexto, mientras el pequeño estaba empezando tercero. Y el pequeño quiso continuar de tal forma que teníamos uno en la escuela y otro fuera. Eso sí que era difícil, compatibilizar realidades tan diferentes. Pero nuestro compromiso era dar a cada hijo lo que necesitaba. Con el mayor, los primeros meses, hubo un seguimiento por parte del psicólogo porque tampoco queríamos perjudicarle y necesitábamos que alguien ratificara que estábamos haciendo bien. Sí que veíamos que el niño estaba mejor, pero nos daba seguridad que un profesional lo confirmase.

Fue difícil compatibilizar las dos situaciones a la vez, el mayor siendo libre y el pequeño con una tremenda carga de deberes. Y además con un nivel de autoexigencia altísimo, si él no

sacaba un 10, normalmente lo sacaba, pero si no… Además, en el entorno escolar, con las familias teníamos que dar muchas explicaciones.

Él: El pequeño, igual, lo dejó también al comenzar sexto. En su caso, veía a su hermano, nos veía a nosotros convencidos y conocía a otros chavales a través de la asociación. Yo creo que todo eso le animó a decidirse, a pesar de que recibía muchos estímulos positivos de sus compañeros de clase. Ellos siempre han dicho que lo que les retenía en la escuela eran los amigos. Además, son conscientes de que las amistades que han hecho, las han hecho en el colegio. El colegio al final tiene muchas cosas buenas, es una fuente de convivencia, de cultura, de intercambio. Yo tengo claro que, si hubiéramos tenido cerca de casa otro tipo de colegio, los hubiera llevado muy a gusto. Es más fácil para los padres.

Colegios, como hemos conocido, con espacios abiertos de aprendizaje, en los que no se segrega por edades, en los que no hay currículo preestablecido, en los que los chavales participan activamente en el establecimiento de normas, en la gestión, que votan en la asamblea… Toda esa gestión implica un aprendizaje personal que es valiosísimo. Es fuerte pero no sé si conozco algún chico que diga que en septiembre tiene ganas de volver al colegio.

Ella: Lo que quería decir, es que en el momento que ha dicho que quería volver, le hemos apoyado. De hecho, va a volver y encantados porque ha encontrado algo que le gusta. No ha sido un empeño nuestro.

Con lo que me habéis contado quedan claras las ventajas que habéis encontrado, pero ¿cuáles han sido los inconvenientes?
Ella: Socialmente, en ocasiones, ha sido difícil, con los padres de los amigos de nuestros hijos. Vivimos en un bloque y con sus vecinos han compartido la plaza, luego el patio del recreo, la clase, las actividades… Eran las familias con las que hacíamos excursiones o nos quedábamos a la salida en el patio del colegio. Es una dificultad que no haya un reconocimiento de esta práctica.

Él: Es que todos sus amigos en Zaragoza están escolarizados.

Ella: Cuando hemos tenido que acudir a entrevistas con autoridades por cuestiones legales ha sido difícil. Siempre hemos querido colaborar, mostrar lo que estábamos haciendo porque no creemos que estemos haciendo nada malo. Nuestros hijos están bien a muchos niveles, pero han sido momentos difíciles. La familia nos ha apoyado, sobre todo al ver cómo estaban nuestros hijos, vieron el cambio.

Él: Cuando tomas la decisión de desmarcarte, de salir, sientes una mayor responsabilidad en cuanto a los resultados futuros. Aunque es difícil comparar porque tampoco sabes el resultado de haber seguido dentro. Pasas más tiempo con ellos, una mayor dedicación conlleva una mayor carga. Teníamos que organizarnos para estar todo el tiempo con ellos, uno u otro. Pero aun así evitábamos por otro lado muchos problemas.

¿Habéis cambiado con vuestro segundo hijo vuestra forma de trabajar en casa? ¿Os habéis planteado corregir algún aspecto de su educación? 
Ella: Es verdad que tienen necesidades muy diferentes, pero si se puede conciliar las necesidades de 25 alumnos en un aula, con dos siempre es más fácil. Pero la gran diferencia entre uno y otro fue que, con el mayor, de alguna manera se había revelado, y cuando tuvo la opción de cambiar se sintió relajado. Con las nuevas circunstancias trabajaba encantado. El pequeño, sin embargo, había trabajado tanto, tanto, en el colegio, nunca se había revelado a nada, que luego sintió un rechazo terrible hacia todo. Por ejemplo, el colegio desde que empezó era bilingüe de francés, estuvo ocho años en esa modalidad. Al quedarse en casa, el efecto rebote era impresionante, no quería ni oír hablar en francés. Estaba saturado. Hubo que enfocar las cosas de otra manera. A día de hoy hacen prácticamente lo mismo y no hay diferencia. Al principio sí que hubo que encajar aspectos porque venían de experiencias muy diferentes y tenían personalidades muy diferentes. Pero todo muy parecido a lo que pasa en una clase.

¿Qué incidencia puede tener en Aragón esta práctica? ¿Y cuántas familias podría haber en España?
Él: Es complicado porque las familias prefieren no identificarse, pero en España se habla de entre tres y cinco mil familias. Hay tres inconvenientes graves, uno es la legislación; otro, que la gente piensa que es repetir en casa lo que se hace en la escuela y no se siente preparada. Y, por último, el tema organizativo, con jornadas laborales de los padres de ocho horas repartidas en mañana y tarde. La mayoría de los profesionales de la educación cuando oyen hablar de homeschooling argumentan que su mayor defecto es el problema de la socialización, la falta de relación con otros chavales de su edad o de otras edades.  

Ella: En un principio los compañeros de clase eran los vecinos y seguimos en el mismo entorno, han mantenido la relación, solo que se veían en diferente horario, al mediodía, por las tardes en las actividades de idiomas o de deporte. Los fines de semana como cualquier otro niño o adolescente, y a través de los encuentros de las asociaciones a las que pertenecemos en los que se juntan con un montón de chavales. No queríamos, en absoluto, aislar a nuestros hijos. Para sus amigos son la envidia…

Él: Un cierto distanciamiento sí se produce y eso te genera inquietud. Dejan de tener cosas en común como las clases, los deberes… A veces hay un cierto alejamiento, pero vuelven a acercarse. Han perdido alguna amistad, el paso al instituto generó también un cierto alejamiento, pero siguen viéndose especialmente los fines de semana.  Otra de las críticas es que los niños y jóvenes reciben una educación más monolítica, mientras que los niños que asisten a la escuela conocen otras realidades, otros puntos de vista, compañeros y familias con otras creencias, de otros orígenes culturales y sociales…

Ella: Si solamente estuvieran con nosotros sería así pero no es esa la realidad. Igual que una familia que vive en la montaña en un pueblo muy pequeño, aislados y con poca población. Ellos no están en esa realidad.

Él: El mayor nos cuenta muchas anécdotas de lo que les pasa a sus amigos en el instituto. Sin ir nos cuenta muchas cosas, sabemos mucho porque se lo cuentan entre ellos. Además del tema legal, otra dificultad es la falta de certificaciones académicas que puede volverse en contra del alumno, por ejemplo, al intentar acceder a la formación reglada.

Él: El tema legal fue importante y hubo que enfrentarse. La escolarización en casa está criminalizada. Te enfrentas a un fiscal de menores que te acusa de un delito de abandono. El fiscal es el primero que tiene opción de archivar si ve que no hay indicios de delito. Es un proceso que asusta mucho, pero, aunque es ilegal no está establecido como delito en el código penal. A veces hay resoluciones judiciales que obligan a la escolarización…

Ella: En cuanto a las titulaciones, se llega, pero de diferente manera, examinándote por libre. Puedes acceder a un grado medio a través de una prueba de acceso o a una prueba libre del título de la ESO. También puedes acceder a la universidad abierta porque no te exigen titulación. Hay diferentes formas de obtener tarde o temprano esa titulación.  

Fernando Andrés Rubia

El día a día de David y Noelia

Somos una familia de cinco personas: dos niños, una niña y dos adultos. Nuestro día a día es muy intenso e interesante, ocurren situaciones emocionantes e inesperadas que nos traen una información muy valiosa.

No tenemos horarios fijos, comemos más o menos a unas horas y nos acostamos y levantamos más o menos a otras…somos cinco personas con necesidades distintas y tratamos de escucharlas de forma individual y en familia.

Nos encanta pasar ratos juntos pintando, cantando, jugando con muñequitos, saliendo a la calle en bici o patines, viendo videos, leyendo cuentos, visitando a amigos y familia…y también nos gusta mucho darnos los regalitos de la exclusividad: un rato mamá o papá con uno de los peques a solas jugando en la cama, haciendo un bollo o construyendo con madera.

Acompañarlos en esta etapa es indescriptible. Es vivible.

No sabemos cuánto va a durar, pero vemos en nuestros hijos un efecto muy saludable, les vemos alegres, vivos, con ganas de disfrutar, con poder para decir que algo no lo quieren.

En nuestra familia, ahora, es la opción educativa que más nos aporta a los cinco.

Gracias a todas las familias que con su vivencia y compartir nos ha inspirado tanto y nos han mostrado esta maravillosa – y en otro tiempo desconocida para nosotros – posibilidad.

TESTIMONIO de PEDRO

De dónde venimos

Múltiples son las circunstancias, razones y experiencias que nos han llevado a tomar la difícil decisión de desescolarizar a nuestros hijos y educarlos en casa.

Mi compañera y yo tuvimos formación universitaria y sentimos un especial interés por el ámbito pedagógico. En mi caso, tuve la oportunidad de hacer puntuales incursiones en el ámbito de la escuela pública. Entonces aún no tenía hijos pero recuerdo comentarle a mi compañera que si alguna vez venían, no les haría pasar por la educación oficial.

Llegaron los hijos y casi al mismo tiempo nos fuimos desvinculando de las vías profesionales a las que apuntaban nuestros estudios.

Conseguimos reinventarnos y acabamos encontrando el sustento en la artesanía lo que nos permitió llevar una existencia nómada. Viajamos por diversos países. Nuestros hijos nacieron y se criaron entre culturas diversas.

En una de nuestras estancias en Canarias, conocimos una escuelina rural unitaria con cierto talante experimentador, abierta incluso a la participación de los padres en las actividades escolares.  Así que me lancé de lleno como voluntario, viviendo de primera mano una escuela menos directiva y más respetuosa con la iniciativa de los peques y teniendo la oportunidad de acompañar a mis dos hijos mayores en el experimento de la escolarización.

Sin embargo, a pesar de circunstancias tan favorables empecé también a sentir las limitaciones del sistema escolar: imposición de un curriculum excesivo y ritmo estresante.

Así que, acabado el curso escolar, alegamos el pretexto de un nuevo viaje al extranjero para cerrar la matrícula y regresamos a la península. Encontramos un nuevo lugar rodeado de bosques en un pueblo deshabitado de la cordillera cantábrica e iniciamos ese otro experimento de la desescolarización.

Aprendiendo sin escuela

La principal fuerza motivadora que nos impulsaba en esta nueva etapa era liberar a nuestros hijos de la organización continua de su tiempo por parte de otros, para que pudieran dedicarse a la inestimable tarea de descubrirse a sí mismos a través del juego libre. Nos reafirmamos en nuestro convencimiento de que no hay mejor escenario que la plena Naturaleza para que los niños puedan cultivar poco a poco su propio jardín interior.

Si bien, esta etapa fue considerada como una experiencia más y nunca nos cerramos a la posibilidad de regresar a la escolarización si las circunstancias volvían a ser favorables,  a medida que fue pasando el tiempo nos fuimos convenciendo de que seguíamos un camino fructífero.

No estamos diciendo que fue fácil. La falta de referencias, confianza e incertidumbres hicieron tambalear en diversas ocasiones nuestros propósitos iniciales.

Al principio estábamos muy encima de los niños, quizás demasiado, siendo mucho más estrictos en los horarios y las rutinas de lo que somos ahora. Nos dimos cuenta que algo no funcionaba. Uno de nuestros hijos empezó a aborrecer las matemáticas por la presión que ejercíamos sobre él. Con el tiempo nos percatamos que su interés por cualquier asunto o materia disminuía drásticamente cuando percibían que estaban siendo dirigidos  o “manipulados” hacia un aprendizaje determinado.

Quizás fuera éste uno de nuestros más importantes descubrimientos: la enseñanza “patente” jamás consigue mantener ni por asomo los niveles de motivación, entusiasmo y asombro que muestran cuando su aprendizaje es autodirigido, libre, espontáneo e inconsciente.

Esta lección nos llevó a la convicción de que, al menos en estas etapas tempranas de la infancia, hemos de establecer una relación más horizontal: la figura del “profesor” ha de ser suplantada por la del “acompañante”.

Primero porque cada vez tenemos más dudas de la posibilidad de “enseñar” significativamente algo. Segundo porque ese cambio nos invita a los adultos a hacer un importante ejercicio de humildad: no solo queda en entredicho nuestra capacidad para dar “lecciones” sino que nos ponemos en disposición de recibirlas.

“He aquí uno de los grandes alicientes de educar en casa, ¡la oportunidad de estar ampliamente expuestos a la fuente de enseñanzas y sabiduría que son los niños!”

¿Inconvenientes de no escolarizar?

Hace unos meses fui citado por unos inspectores pertenecientes a la consejería de Educación. Me invitaron a firmar un documento en el que asumía todas las consecuencias derivadas de la no escolarización de mis dos hijos de 6 y 8 años (aunque no había mención de las mismas). Aludían a una “privación del derecho a la educación de los menores”.

No conocemos aún el alcance de esas consecuencias no explicitadas. 

Durante unas semanas estos acontecimientos planearon como una sombra negra sobre nuestra convivencia familiar. De nuevo se quebró nuestra confianza, perdimos de vista algunos de nuestros principios básicos y volvimos a caer en la tentación de querer “enseñar”. La reacción de nuestros hijos fue desastrosa. Hubo importantes retrocesos e importantes bloqueos en su aprendizaje. De nuevo estábamos reproduciendo casi mecánicamente comportamientos aprendidos y largamente guardados en nuestras cavernas interiores …

Menos mal que, meditando un poco y aprendiendo de nuestros errores, la nave poco a poco dejó de zozobrar y recuperamos de nuevo el timón, que no es otra cosa que la confianza.

“ Entendemos la educación como un proceso permanente, espontáneo, intuitivo, holístico, omnipresente, cualitativo, contradictorio y, en su mayor parte, inconsciente.”

“Ese proceso no se limita a adaptarse o reaccionar ante el entorno, también coevoluciona e interacciona con él.”